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En el enfrentamiento Trump y Petro, de verdad, ¿quién cedió y quién tenía razón?

Es importante destacar que el ser humano es por naturaleza migrante, viajero, aventurero. Siempre en busca de una vida mejor, con bienestar y seguridad. Lo hizo desde el principio nuestro ancestral homínido, y en ese proceso se transformó en “humano moderno”. Todos los pueblos y naciones se han alimentados de múltiples migraciones a lo largo de los tiempos. Sin embargo, nunca esas movilizaciones humanas habían llegado al grado de riesgo que muestran las actuales, en donde se observan conductas hasta desesperadas y suicidas, que convierten al migrante en víctima del capitalismo depredador que día a día acumula más riqueza a los ricos y despoja de ella a los más pobres.

Hoy llegaron a Bogotá los dos vuelos de la Fuerza Aeroespacial Colombiana que traían cerca de 200 connacionales deportados de E.U. Llegaron los migrantes sin cadenas, sin esposas, sin grilletes. Durante el vuelo tuvieron acceso a los baños cada vez los necesitaron, había agua disponible. En los dos vuelos venían 26 niños que fueron tratados por las tripulaciones con las consideraciones propias de su condición. Ninguno de los deportados, como lo sostuvo el gobierno del presidente Petro tenía antecedentes penales. “Son colombianos, son libres y dignos y están en su patria donde se les quiere. El migrante no es un delincuente, es un ser humano que quiere trabajar y progresar, vivir la vida”, escribió el presidente en sus redes sociales. Además, ya hay planes oficiales para otorgar créditos productivos con tasas preferenciales y subsidios a los colombianos deportados.

Todo Estado tiene derecho a definir a quiénes mantiene dentro de sus fronteras y a quiénes deporta, pero no tiene el derecho, según los acuerdos sobre el tema de la migración de las Naciones Unidas, de tratar a los migrantes como delincuentes, sin acceso a los más elementales servicios para su supervivencia y subsistencia, sin respeto por sus derechos humanos. Lo acaba de recordar en una oportuna intervención el vocero del Secretario General de la Naciones Unidas, Stéphane Dujarric. Es evidente que los colombianos deportados de E.U. eran tratados como criminales por el gobierno norteamericanos, una y otra vez el presidente Trump los calificó injustamente como tales. Las escenas de los brasileños deportados ingresando a su país son demasiado elocuentes y dolorosas. El presidente Petro levantó la voz por la dignidad de los latinoamericanos que van a ser arbitrariamente deportados y la ultraderecha colombiana respaldó las agresiones de Trump y criticó al mandatario por defender los derechos de los migrantes. Para la ultraderecha, los neoliberales y los presidentes de los gremios empresariales, se debía criticar a Petro y no al fascista Trump.

Se confirmó que en el vuelo inicial de la Fuerza Aérea norteamericana que traía los colombianos y que el presidente Petro se negó a recibir y lo hizo devolver, estos venían esposados, encadenados, sin poder usar los baños, sin agua y sus pertenencias habían sido arrojadas a la basura. Las arbitrarias medidas del gobierno de Trump y la respuesta digna del gobierno colombiano dieron origen a una evidente crisis en la cual los Estados Unidos mostraron sus recetas para bloquear naciones y tratar de someter a sus pueblos. Recetas qué ante cada nueva contradicción, por leve que sea, volverán a ser esgrimidas y anunciadas desde los campos de golf de la Florida a cualquiera de los países de América Latina.

Las cancillerías, en un sensato esfuerzo por superar la crisis, llegaron a acuerdo para impedir la aplicación de las injustas sanciones económicas y políticas anunciadas por Trump. Acuerdo muy lógico y simple: Estados Unidos tiene el derecho a definir a que colombianos migrantes indocumentados va a deportar, pero éstos no podrán ser tratados como criminales ni violados sus más elementales derechos. Trump y la ultraderecha colombiana calificaron el acuerdo como la gran derrota del presidente colombiano y la reafirmación del poder absoluto de Trump sobre nuestra dignidad nacional. Hoy, la llegada de los dos vuelos colombianos con los 200 nacionales deportados en las condiciones que todo el país pudo observar demuestra quién tenía la razón y que la protesta estaba más que justificada ante la opinión pública nacional e internacional.

Esta ha sido una dura y riesgosa batalla política que ni Colombia ni el presidente Petro compraron. Fue una batalla impuesta por el deber de defender la dignidad nacional y, afortunadamente, hemos salido bien librados, casi sin raspones. Y los apátridas ultraderechistas, que rumien su derrota y canten su falsa victoria en los medios de comunicación que controlan.

Escrito por Yezid García Abello 28 de enero de 2025